Pablo: su esperanza
ID
jma001
Sprache
ES
Gesamtlänge
00:57:55
Anzahl
1
Bibelstellen
2 Cor 4:16-5:16; 6:3-10
Beschreibung
n.a.
Automatisches Transkript:
…
Vamos a empezar la lectura, con 2 Corintios 4, versículo 16.
Por tanto no desmayamos. Antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando,
el interior no obstante se renueva de día en día, porque esta leve tribulación momentánea
produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno beso de gloria.
No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven,
pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa, no hecha de manos, eterna en los cielos.
Y por esto también remimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial,
pues así seremos hallados, vestidos, y no desnudos.
Porque asimismo, los que estamos en este tabernáculo, remimos con angustia,
porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
Mas el que nos hizo para este mismo es Dios, quien nos ha dado las aras del Espíritu.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo,
estamos ausentes del Señor.
Porque por fe andamos, no por vista,
pero confiamos y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor.
Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serles agradables.
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo,
para que cada uno reciba según lo que haya hecho, mientras estaba en el cuerpo,
sea bueno o sea malo.
Conociendo pues el temor del Señor, persuadimos a los hombres,
pero a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestra conciencia.
A vuestra conciencia, versículo 12.
No nos recomendamos pues otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriarnos por nosotros,
para que tengáis con qué responder a los que se glorian en las apariencias y no en el corazón.
Porque si estamos locos, es para Dios, y si somos cuerdos, es para vosotros.
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto, que si uno murió por todos, luego todos murieron.
Y por todos murió, para que los que viven, ya no viven para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
De manera que nosotros de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne,
y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
Y también desde el versículo 3 del capítulo 6.
6.3. No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado.
Antes bien, nos recomendamos en todo como ministro de Dios, en mucha paciencia,
en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumulto,
en trabajos, en desvelos, en ayunos, en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero.
En palabra de verdad, en el poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra,
para honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama,
como engañadores, pero de razas, como desconocidos, pero bien conocidos,
como moribundos, mas he aquí vivimos, como castigados, mas no muertos,
como entristecidos, mas siempre gozosos, como pobres, mas enriqueciendo a muchos,
como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.
Hasta aquí.
Hay otra lista también en el capítulo 4, desde el versículo 8, pero quizás después los podemos leer.
Si pensamos en el tema que está delante de nosotros, se va a hablar de estos cuatro puntos de la epístola de Judas,
y esto se ha relacionado con las cuatro anclas del creyente, desde el camino de Pablo,
que va hacia Roma, en este tiempo de mucha tristeza para él,
porque es su último viaje, bueno, el último viaje del cual la Escritura nos habla,
porque sabemos que después de Roma fue libertado y liberado,
y pudo después de nuevo empezar un ministerio, el cual no conocemos mucho,
pero en este camino de dificultad, de pena, vemos la fe ardiente de este soldado de Cristo,
de este esclavo de Cristo, de Jesucristo, y en esta página de la segunda, dos páginas de la segunda epístola,
de él a los corintios, nos revela un poco de lo que sufrió en su vida.
Es como si su corazón se hubiera ensanchado, abierto para ellos.
¿Y por qué para ellos justamente? Los corintios.
Los corintios eran ricos, eran bien establecidos, eran numerosos en las asambleas de corintios,
habían todo lo que necesitaban, y quizás se olvidaba de él que había sufrido tanto para llevarle el Evangelio.
Y dice él, ustedes son como reyes, y nosotros no podemos reinar con ustedes.
Ellos casi menospreciaban su ministerio del apostolio.
Y tuvo él que, con esta carta, tratar de tocar su corazón,
tratar de abrir sus corazones, sus ojos, para que sepan un poco cuál fue la lucha de Pablo
para que este Evangelio sea predicado también en el corintio.
Sabemos que llegaron a Corintios al final de este primer viaje a Europa,
después de haber pasado por Troana, por Félipo, primera ciudad donde se predicó el Evangelio,
después de haber pasado en la cárcel de Félipo, después de haber sido perseguidos entre estadounidenses,
llevado de noche quizás a Berea, después a Atena, tanto trabajo, tantas dificultades para predicar el Evangelio,
y llegando a Corintios, una obra grande que duró más de 18 meses de predicación.
¡Qué trabajo si pensamos un poco en esto!
Y la ciudad de Corintios era muy rica.
Pero se ve en varios pasajes que Pablo no quiso recibir nada de ellos,
sino que vivió con lo que había recibido, a veces lo que recibió de los pobres de Macedonia,
de los estadounidenses, por ejemplo, o de los filipenses.
Dice que por dos veces usted me ha enviado algo para mi sostenimiento,
pero de vosotros no supo, y supo comprender que era necesario que el Evangelio sea gratis para estos que eran ricos en el mundo.
Bien había en Corintios también miles y miles de esclavos.
Todos sabemos que esta ciudad, estas ciudades romanas con gente rica necesitaban miles de esclavos para servirles.
¿Cuántos de ellos han aceptado el Evangelio también?
Ya esto no lo sabemos.
Esta asamblea gozaba de todos los dones espirituales.
En Cristo había quejas, había luchas internas, había divisiones.
Uno decía yo soy de Apolos, el otro decía yo soy de...
Es un poco la situación actual, yo soy de tantas iglesias, tantos grupos.
El que decía yo soy de Cristo, era otra secta más, otro grupo, secta en el pensamiento de decir grupo, o otro grupo más,
porque no era la unidad del cuerpo de Cristo que se veía en el grupo que se llamaba de Cristo, ¿no?
Un cuerpo dividido puede ser esto.
Bien sabemos que en la actualidad esto se ha ampliado y ha llegado a...
Podemos decir la triste situación del tiempo actual, división, sectas, grupos, denominaciones.
Y en medio de todo esto, ¿qué hace el siervo fiel?
Sigue su trabajo.
No se deja desnudarizar en su trabajo.
Yo creo que hubiera podido dejar a estos ricos.
Que ustedes sigan, si ustedes tienen todos los dones, sigan.
Pero no, quedó, permaneció firme en su trabajo.
Y después, no le dejó, escribió.
Qué bueno que el apóstol Pablo escribió estas dos cartas a los de Corintios.
También hubiéramos tenido la doctrina fundamental de la iglesia sin estas dos cartas.
Todo lo que dice la primera, especialmente, acerca de cómo conducirnos en la casa de Dios,
qué es la mesa del Señor, qué es la cena,
qué es la disciplina en la iglesia,
qué es la resurrección que nos espera, capítulo 15.
Pero en la segunda vemos que, de un lado, los rincones escucharon la primera carta,
ya que se ocuparon de que había sido un malvado en la iglesia,
que tuvo que ser excluido de la mesa del Señor,
y después restaurado porque la obra había sido perfecta en él.
Y en esta segunda, más bien, se ocupa de hablarle de lo que es su servicio,
un cierto modo para defenderlo contra los ataques de los que decían,
y que de Pablo no lo necesitamos más.
Y en esta página, especialmente, si habla mucho de él,
es más bien para hablarnos de nuestra condición como creyentes, si somos fieles.
No podemos esperar en este mundo los aplausos,
la apreciación de todos es imposible.
El creyente, si sigue de cerca a su Señor,
si lleva el mismo emblema que él, es decir, una cruz encima,
no puede ser muy reconocido en este mundo.
Sabemos que escapamos muchas veces a este oprobio,
dejando nuestra cruz en la casa.
No digamos que se trata de una cosa material,
pero el Señor dice, toma mi cruz y sígueme, sígueme.
Es decir, tomar el mismo lugar que el Señor que fue rehusado en su tiempo
y estar de acuerdo de sufrir las mismas cosas que él.
Pero esto bien sabemos que es muy difícil para nosotros.
Pero de otro modo, si estamos con esa cruz o con este emblema sobre nosotros,
nos ponemos a salvo de muchas pruebas en este mundo.
Si somos de Cristo, si ellos nos reconocen como los discípulos,
que al principio, de hecho, se les reconocían porque hablaban como Cristo,
y si mostramos bien quién somos,
es verdad que nos ponemos al abrigo también de las tentaciones.
¡Oh, estos crecientes! ¡Oh, qué!
No podemos hacer nada con ellos.
En la escuela especialmente, en la mundia,
en todos los lugares donde somos bien obligados de seguir el ambiente,
mostramos bien nuestra manera que es de Cristo y así seremos también protegidos.
El apóstol en todo lugar mostró plenamente que seguía a un maestro desconocido,
despreciado, pero para él muy amado.
Él dice que para todos me he hecho como ellos.
No sé cómo se dice, se habla en español, pero se habló griego.
¿Cómo?
Se adaptó.
Se adaptó, sí.
Nosotros tantas veces nos adaptamos, pero no de la buena manera.
Nos adaptamos a las costumbres de este pobre mundo.
No, él se adaptó.
Es bien, se hizo griego para los griegos y judío para...
Bueno, era judío, no era difícil,
pero usó las maneras que los otros podían comprender
para hacer su evangelio comprensible de los otros.
No podía hablar a los de Atenas con las mismas palabras que a los de Jerusalén,
aunque no ha predicado quizá mucho en Jerusalén.
No podía hablar delante de los reyes como lo hizo con los esclavos,
los pobres, en la prisión de Río.
¿Cómo hubiera podido predicar una predicación tan docta, tan elevada,
como lo hizo, por ejemplo, delante del aeropuerto en Atenas
a estos pobres miserables en la cárcel de Félipo?
Y quizá en Félipo no habló mucho, más bien cantó un himno,
himnos hasta la medianoche.
Se ve que supo adaptar o amoldarse a las circunstancias
para que todos, todos puedan recibir algo del mensaje precioso que había recibido.
Y en esta página, en tres pasajes, encontramos lo que tuvo que sufrir
para ser así en este trabajo útil para los demás.
Capítulo 4, no lo hemos leído, pero es del versículo 7 hasta el 11.
7, 8, 9. Dice que este tesoro lo llevamos en vaso de barro.
4, 7. Porque tenemos este tesoro en vasos de barro
para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros.
Si se adaptó, esto es un lado de la cuestión,
pero no puso nada de sí, de su persona, entre el tesoro y la gente.
De ahí mismo, ¿cómo se llama? Un vaso de barro.
Es algo que no tiene valor, en especial aquí en España.
Hay tanta producción de estos vasos para fluyer en todo ahí.
Es algo que no tiene valor.
Un vaso de, un estilo, un estancillo de plata, de oro,
sería algo muy atractivo por la gente.
No, no es así que se presentó.
Él quería presentar el mensaje, el tesoro, no el que contenía el tesoro.
Y ahí aprendemos mucho para nuestra obra como cristianos.
¿Cuál es el importante? Mi persona, mi obra,
más bien el mensaje que tengo que llevar a los otros.
En esto aprendemos, podríamos aprender muchísimo de Pablo. Muchísimo.
Él era el obrero más capacitado que hubo.
Nunca, creo, ha salido otro.
Él conocía todo de la ley.
Él conocía todo del ambiente judío.
Él sabía desde su juventud, todo era perfecto en la ley.
Y era sabio, tenía la nacionalidad o la ciudadanía romana.
Tenía riqueza.
Podríamos decir, humanamente hablando, la persona más adecuada por su tiempo.
Cuando vemos cómo escribe, yo no puedo discernirlo.
Los que saben algo de las escrituras en griego,
saben que es una manera extraordinaria de explicar las cosas, de escribir las cosas.
Nosotros en nuestra traducción en español, en francés,
leyendo, por ejemplo, los seis primeros capítulos de Romanos,
nos damos algo cuenta de esta capacidad maravillosa.
¿Pero esto importa? No importa.
Lo que importa es que Él quede un vaso de mar.
Y lo que importa es este tesoro, la excelencia sea de Dios y no de nosotros.
¿Por qué olvidamos esto?
Cualquier cosa que hagamos nosotros para el Señor,
que la excelencia es del Señor.
El poder es de Él y nosotros nada.
Como decía Juan el Bautista, tan preciosa su palabra,
que Él mengua y yo.
Que Él crezca y yo mengua.
Y dice después, versículo 8,
todos atribulados en todo,
malno angustiado, en apuros, malno desesperado, etc.
Todos, siempre estos dos comparten lo que hay delante,
lo que está en la actualidad.
Y una pregunta ahí, ¿por qué pudo soportar toda su vida
este siervo de Dios con tanto sufrimiento, tanto trabajo, tanto viaje?
¿Cómo pudo soportar esto?
Porque tenía un blanco, una meta preciosa delante de sus ojos.
Y esto también es para nosotros algo precioso.
Si la meta toma su lugar en nuestra vida,
entonces el resto va a tomar también su lugar.
Y el apóstol Pablo era una persona con una sola meta.
Nosotros tenemos a veces varias.
Él tenía una, honrar a su Señor, servirle, y hasta el fin.
Y así pudo hacerlo.
Porque cuando termina casi su vida,
está escribiendo la última carta a Timoteo II,
dice, he terminado mi trabajo,
he batallado la buena batalla de la fe,
he guardado la fe.
Qué cosa, ¿eh?
Un final precioso.
Es un final a los ojos de los hombres.
Un hombre tan dotado terminando quizá echado a las bestias, no sabemos.
Cómo murió él, no sabemos.
Esto la escritura nos lo dice.
Hay historias, pero no sabemos.
Cómo es el fin de un hombre grande de este mundo,
es el fin de alguien que no tiene valor.
Pero el valor lo tenía él en su esperanza.
Es lo que leemos en el final del capítulo 4,
que hemos leído también.
Versículo 17.
El 16 dice ya,
el cuerpo se va desmayado,
desgastándose el interior,
no obstante se renueva de día en día.
Versículo 17.
Esta leve tribulación momentánea.
Podemos pensar, ¿qué quiere decir estas tres palabras?
Una leve tribulación momentánea.
Hay la palabra tribulación en el medio,
pero está disminuido de ambos lados.
Primero dice que es leve, después dice que es momentánea.
Parece que no es nada.
Y fue una vida de tribulación completa, toda su vida.
Pero él lo veía así a causa de la excelencia
y el beso eterno de gloria
que seguirán esta tribulación leve y momentánea.
Es increíble ver cómo él miraba las cosas.
Versículo 17 del capítulo 4.
Leve tribulación momentánea.
¿Tribulación, qué quiere decir esto?
Comprendemos.
Pero la palabra parece que viene de un aparato que se usaba,
que se usaba aquí en España también,
un trineo que se usaba para sacar el grano de la paja,
¿cómo se dice?
Trillar.
El tribulum errar.
El aparato con dientes y ruedas que la bestia daba las ruedas
siempre en el aire,
aire, aire,
y todos los días tribulando, tribulando, como era la palabra,
¿y para sacar qué?
Para sacar que este trigo sale de la paja.
Vale la paja y el trigo, sí, pero vale más el trigo, ¿no?
Es la idea de este trabajo lento, doloroso,
hasta que quede la paja de un lado y el trigo del otro.
Comprendemos quizá la ilustración,
la tripulación que no podemos,
de la cual no podemos escapar en este mundo,
puede ser física, pero puede ser muchas veces moral, más bien.
Pues es para trillar, es para eliminar la paja.
Después hay la, ¿cómo se dice el aparato?
Para aventar el trigo,
porque quedan todavía las pequeñas pajitas.
Hay que sacarlo también, otro trabajo, doloroso,
y al final queda el trigo limpio para hacer el pan,
para dar de comer.
Esto es la vida de este apóstol
y puede decir una leve tripulación momentánea,
porque nosotros no miramos las cosas actuales.
Dice nosotros, él primero,
y qué bueno sería que sea también nosotros,
que mirando nosotros las cosas que se ven,
sino las que no se ven,
porque las que se ven son temporales,
pero las que no se ven son eternas.
Así que aquí vemos un peso de gloria más excelente y eterno.
Después son cosas eternas también, en el versículo 18.
Así que para poder soportar una tal vida de servicio,
de tripulaciones, de castigo, de fatiga,
se necesita una meta preciosa.
Y la meta preciosa para el apóstol era
el peso eterno, excelente, de gloria.
Y esto sobrepasaba todo el resto.
Y dice, capítulo 5,
No es la meta, pero es una seguridad para él.
Sabemos que tenemos una casa, un edificio,
no hecha de mano, eterna en los cielos.
Si él no tuvo lugar en este mundo,
nunca vemos que Pablo alquiló,
sí, alquiló una casa en Roma, sí, de verdad,
pero nunca poseyó su casa, creo.
Iba de ciudad a ciudad, algunos le invitaba,
se ve que cuando Ligia, en Filipo,
quiso invitarle en su casa,
tuvo que presionarles un poco para que venga a su casa.
Se contentaba de nada,
pero ella tenía bastante riqueza
y quiso obtener ese favor de dar hospitalidad
al apóstol y a sus compañeros de trabajo.
Pero vemos que él nunca trató de hacer pagar
a los que reciben el mensaje,
más bien se quedaba afuera, soportando él.
Y ahí dice, una casa, voy a tener una casa.
En este mundo, no.
Siempre lo que usa él son los contrastes,
se dice contraste.
Una casa, una murada celestial,
una tienda de campaña, un tabernáculo en este mundo.
Tabernáculo es una palabra un poco especial de la Biblia,
quiere decir una cabaña de ramita,
hecha con ramas.
Una tienda, nosotros sabemos,
una pobre cabana hecha de tela,
cosas de ningún valor.
Y él compara siempre una cosa con la otra.
Hemos visto la leve tribulación momentánea
comparada con el peso eterno de globo.
Aquí una casa portátil, desmontable,
que se puede poner en cualquier sitio,
y una casa, un edificio estable,
que nadie puede destruir, pero en el cielo.
Todo lo que es seguro, según este capítulo,
Pablo, todo lo seguro es lo que no se ve.
Todo lo seguro es lo futuro.
Todo lo del cual podemos contar es lo que no tenemos.
Vemos que es bien distinto de nuestras maneras de pensar.
Tanto hacemos esfuerzo para lo que vemos.
Y él parece que ve las cosas distinto.
Pero es para animarnos, no es para desanimarnos.
¿Para qué?
Distraímos nuestros ojos de lo que se ve
para ponernos nosotros también en las cosas que son reales,
pero en el cielo.
¿Reales para quién? ¿Para qué?
Para la fe y no para la vista.
Después dice, cambia un poco la explicación,
dice, remimos, versículo 2, deseando ser revestidos
de aquella nuestra habitación celestial.
Como si estamos aquí remiendo esto,
lo comprendemos para él y a veces para nosotros,
pero necesitamos ser revestidos,
es una figura revestida de una casa.
Más bien decimos revestido de un vestido,
pero de una casa, aquí.
Después, versículo 3, otro contraste,
seremos hallados vestidos y no desnudos.
En este pobre mundo el apóstol Pablo se encontraba como desnudo,
es decir, sin nada para atraer la atracción del mundo, de la gente.
Pero dice, ahí tengo mis vestidos.
Qué bello.
Después habla del cuerpo, cambia un poco las cosas
y dice que, versículo 4, no es que queremos morir,
pero lo que queremos es estar ahí con los cuerpos huevos de la gloria.
Dice, revestido para que lo mortal sea absorbido por la vida.
Así, siempre estos contrastes.
Lo que tenemos ahora, nuestra vida, llama esto lo mortal.
Y lo que vamos a tener ahí es la vida.
Aquí en una tienda, allá en un edificio estable,
aquí con tribulación, ahí con un peso eterno de gloria.
Sería bien seleccionar todas estas frases y apuntarlas
para ver dónde él ponía su énfasis, su vista, su blanco, su meta.
Después, versículo 7, es como una paréntesis,
pero es la única manera de comprender este capítulo.
Porque por fe andamos, no por vista.
Sacamos la fe de este capítulo, sacamos la fe de la vida del apóstol Pablo.
Sería una cosa absurda vivir así.
Si es por la vista, él perdió su tiempo.
Si es por la fe, él ganó todo.
Comprendemos siempre el contraste entre lo que vemos y lo que es la fe.
Lo que es la fe hace las cosas visibles, las cosas invisibles,
y nos da la completa seguridad que lo que Dios prometió, eso nos lo dará a su tiempo.
¿Y por qué trabajar tanto? ¿Por qué luchar tanto?
¿Por qué no dejarnos ir con él en la corriente de este mundo?
Porque hay un día en el cual todo será mirado y sospesado.
Hay una balanza lista en cierto momento.
Versículo 10, porque es necesario.
Casi nosotros podríamos pensar, pero es verdaderamente necesario.
Sí, es necesario.
Dios ve toda nuestra vida y él quiere darnos recompensas,
pero no puede decir como los maestros a veces hacen,
ponen muy bien, muy bien, y a veces no es muy bien lo que ha hecho el alumno.
Pero para darle un poco de ánimo, cambia un poco las cosas.
Pero tenemos a un maestro perfecto que está, sé medir todo lo que hemos hecho
y quiere darnos recompensa.
Una recompensa que no merecemos, por supuesto, pero él quiere.
Los gallardones son por la vida de la fe.
Así dice, porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo.
Para que cada uno reciba, según lo que haya hecho,
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno, sea malo.
Sea bueno, ojalá que en el día de la comparución delante del tribunal de Cristo,
sabemos que este tribunal tendrá lugar en el cielo,
entre la venida del Señor para llevarnos,
y nuestra vuelta con él para reinar,
habrá la del tiempo del tribunal de Cristo,
antes de las bodas del Cordero, seguramente,
pero no será un tribunal de castigo.
Es lo que tenemos que recordar.
Si aquí somos todos de Cristo, no temamos el juicio.
El juicio ya alguien lo soportó, bien lo sabemos.
Cristo, él era el único que podía soportarlo, ya que era una víctima santa.
Ninguno de nosotros, por más castigo que recibiera, podría salvar su vida.
Es imposible.
El castigo ya está.
Alguien ya lo soportó.
Y como dice la justicia de nuestro país,
he apuntado la nota porque siempre me equivoco,
nom vis in idem.
Todo lo que saben en latín pueden comprender,
pero quiero decir en español, no dos veces por lo mismo.
Todos los juzgados de nuestro país, suizo aquí, juzgan con esta medida.
Alguien no puede ser castigado dos veces por lo mismo.
Si yo he sido castigado por tal exceso no sé en qué,
después de un año el juiz no puede llamarme para castigarme de nuevo.
He pagado.
Y en las cosas celestiales lo mismo.
Dios cargó sobre nuestro Señor Jesús la culpa de nosotros.
Él pagó hasta el último pecado
y nosotros nunca podremos ser culpables por segunda vez.
Ya éramos incapaces y también no es necesario.
Ya ha sido pagado.
No dos veces por la misma causa.
Así que este tribunal no es un tribunal retributivo,
para castigar.
Es un tribunal para que veamos y aprendamos algo de la gracia de Dios.
Ahí veremos muchas cosas que nosotros no le hemos dado importancia quizá
y el Señor podrá decir, sí, bien, buen y fiel siervo.
Has sido fiel en pocas cosas.
Entra en el gozo de tu Maestro.
Esto será un gozo para nosotros.
Quizá tendrá que decirnos también, y aquí,
¿por qué nunca ha reconocido tu falta?
Una falta reconocida, una falta de la cual nos hemos arrepentido,
es borrada a los ojos de Dios.
Así se echa los pecados en el fondo del mar,
como si ahí nadie pudiera buscarnos de nuevo.
Así aprendamos a ponernos al día en nuestra vida,
delante del Señor, sabiendo y que Él nos dé esta delicadeza
para reconocer si estamos obrando bien o no.
No es triste no obrarse con el pensamiento de Dios en este mundo.
No es solamente para perder el gallardón o la recompensa,
pero especialmente porque deshonramos a nuestro Señor.
Así hay esta perspectiva del tribunal de Cristo.
¿Es un miedo para mí?
Puede ser un poco.
¿O es un gozo?
No sé qué contestar.
Pero el apóstol Pablo dice, es necesario.
Yo creo que él estaba esperando este momento.
Y el Señor nos repartirá coronas.
Esperamos que vamos a recibir muchas coronas.
Pero hay varias coronas.
Hay la corona de justicia que el Señor prepara
por todos los que esperan el día de la venida del Señor Jesús.
Hay la corona de la vida para todos los que han perdido su vida justamente
por causa del Evangelio, que han sido mártires.
Hay varias coronas.
Hay algo muy bello en Apocalipsis.
No recuerdo el pasaje.
Dice que de estas coronas las echaremos a los pies del Señor Jesús.
Como si estas coronas fueran otro medio para darle gloria al Señor Jesús.
No por mi gloria, pero para tu gloria, Señor.
Y comprendemos, todo esto era como el aliento, el motor
de la vida espiritual del apóstol Pablo.
Y con esto ha podido soportar tantas cosas.
Y hemos leído esto en el capítulo 6.
¿Cómo se recomendaba él como ministro de Dios?
Versículo 4.
Y no sé si contamos, creo que hay catorce o quince términos
que se siguen uno después del otro.
Versículo 4.
Mucha paciencia en tribulaciones, en necesidades, en angustias,
en azotes, en cárceles.
Bueno, podemos seguir.
Yo creo que a cada una de estas palabras podemos pensar en un suceso
de la vida del apóstol Pablo.
Cuando pensamos en cárceles, ¿cuántas veces?
Cuatro años seguidos en la cárcel.
Jerusalén, Cesarea, en el barco, en Roma.
Otro dos años allá.
Más que cuatro años creo.
En Filipo, quizás en otros.
Después dice en azotes, ¿cuántas veces fue azotado?
Aunque él no tenía que ser azotado, siendo ciudadano romano
podía escapar a este castigo.
Pero lo fue, igual.
En tumultos.
¿Por qué desvelaba?
Para ahorrar, no.
Para trabajar.
O de noche para predicar, decía.
O la viceversa.
Siempre trabajando para su señor.
Decía para no estar en deuda.
Para nadie, decía.
Parece, quizás hoy en día diríamos que es casi extremista,
una vida así.
Pero para quién?
Para su señor.
Y podemos seguir.
Después en ayunos.
En ayunos forzados muchas veces.
Algunas veces.
En ayunos que él había pensado.
Pero forzados muchas veces.
Y después los más bien que no eran circunstancias.
Versículo 6.
Más bien el ánimo de su corazón.
En pureza.
En ciencia.
En capacidad.
En longanimidad de este amor que no tiene límite.
En bondad.
La bondad lo vemos, por ejemplo, en la epístola muy corta a Filemón.
¿De qué se trata en esta epístola?
Está escribiendo por un pobre esclavo fugitivo, Onesimo,
que él había encontrado en la cárcel.
Se habían encontrado y supongo que ahí Onesimo aceptó el Evangelio.
Y para no olvidarlo, escribe esta pequeña carta.
Recibe a Onesimo, por favor.
Si te ha hecho mal, sácame la cuenta a mí.
Yo te pagaré.
¿Qué cosa de amor en bondad?
¿En amor sincero?
¿Sabemos qué quiere decir sincero?
No sé si ya lo he dicho aquí.
Me repito.
Sincero.
Es una palabra...
¿Existe la cera aquí en España?
Es una materia plástica.
Y parece que en el tiempo de Pablo, bueno, antes también,
se hacían estas esculturas perfectas que conocemos de la antigüedad.
Y cuando había un golpe de martillo más que se hacía,
se tapaba el pequeño defecto con la cera y no se veía.
Por eso se decía sin cera.
Era una cosa perfecta.
Sin cera.
Sin maquillaje.
Sin... ¿cómo se dice?
Maquillaje, que es conocida la palabra.
Sin retoque.
Sin retoque, sin nada para hacer pensar que no es verdad, que no es buena.
Perfecta.
Pensamos, ¿no?
En el calendario ha pasado esta explicación y creo que es correcta.
Sin cera.
Alguien que es sincero es que no pone cera en sus defectos.
Alguien pide al Señor de ayudarle a ser limpio delante de los ojos del Señor.
Y etc. etc.
En palabra de verdad.
Después une dos cosas con el versículo 7.
En palabra de verdad.
El poder de Dios.
Arma de justicia.
Versículo 8.
Habla de su trabajo.
Versículo 8.
Para honra y por deshonra.
A veces es un poco difícil entender estos versículos 8, 9 y 10.
Ahí pone siempre en oposición dos cosas de nuevo.
Aquí honra y deshonra.
Después mala fama y buena fama.
Engañadores pero veraces.
¿Quién decía que el apóstol era un engañador?
¿Quién decía que la obra del apóstol era de mala fama?
Bueno, los judíos, por ejemplo.
Sus compañeros de estudios.
Los de la jerarquía de Jerusalén.
Y a veces algunos judíos creyentes también.
Que estaban burlándose de la obra de este judío que se había hecho como los gentiles.
Qué cosa horrenda para ellos.
Así que aquí siempre hemos que ver quién dice una cosa y quién dice la otra.
Para deshonra.
El trabajo del apóstol deshonra.
Por los enemigos, sí.
Después, como desconocidos.
Pero bien conocidos.
Desconocidos del mundo.
A veces desconocidos de nuestros hermanos también.
Pero bien conocidos de quién?
Del Señor, por supuesto.
Y seguimos como moribundos.
Y aquí vivimos.
Y esto me hace pensar en el momento en el cual encontró Pablo a Timoteo.
Era moribundo.
Echado fuera de la ciudad de Elistre, me parece.
Casi matado por piedras.
La gente lo dejó porque pensaba que era muerto.
Y vinieron los discípulos y le ayudaron.
Lo levantaron y entraron en la ciudad.
A este momento encuentra a Timoteo.
Este joven hubiera pensado al principio
voy a seguir a un tal hombre que está maltratado por todo lado.
Aquí moribundo.
Pero para Timoteo seguro bien vivido.
Bien viviente.
Y pudimos encontrar varias cosas así en la palabra.
Castigados.
Pero no muertos.
Entristecidos.
Pero siempre gozosos.
De nuevo el tema de Felipo en la cárcel a la medianoche.
Estos dos hombres que están cantando.
Es la alegría fugaz de este mundo
o la verdadera alegría del corazón.
Qué cosa fue, qué predicación del evangelio este cántico en Felipo.
Y después siempre gozosos.
Pobres, seguro que era pobre.
Enriqueciendo a muchos.
Muchos de nuestros hermanos nos escriben hablando de su pobreza.
De dinero, pobreza.
Bien lo sabemos.
Pero es regozo saber que estos mismos hermanos puedan ser
los que enriquecen a muchos.
Pensamos a nuestros hermanos en Perú y en otros lugares.
Pobres, seguro.
Y tristemente muy pobres.
Pero enriqueciendo.
El apóstol Pablo hizo la misma experiencia.
De su casa paterna, de su riqueza en Tarso.
Tarso.
Tarsis o Tarso.
Tarso creo.
Tarso que.
Y todo esto lo dejo.
Pobre.
Pero cuantos hemos sido enriquecidos por su obra.
Y nosotros aquí hoy en esta tarde seguramente.
Y termino con esto.
Como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.
Creo que es casi el colmo de lo que está escribiendo.
Él tiene nada, sí, de verdad, para este mundo.
Pero si miramos con los ojos de la fe.
Él dice, poseemos todo.
Ah, voy aquí a hablar también del versículo.
Ya le hemos dicho del 8 al 11.
Pero yo creo que es tiempo de terminar.
Ustedes podrían también leer.
Estas dos cosas.
Atribulados.
Más no angustiados.
En aburros.
Más no desesperados, etc.
Y si volvemos a leer estos pasajes.
Cuando estamos un poco tristes.
Un poco decaídos.
Un poco, como se dice.
Ya, no tenemos más ganas.
Desanimados.
Volvemos a estos pasajes.
Y vemos que un hombre así.
Un hombre en Cristo.
Un creyente.
De un cierto modo, un hombre.
Que nos parece inalcanzable.
Pero el cual dice, sed imitadores de mí.
Como yo lo soy de Cristo.
Podemos así.
Obtener un poco más de ánimo para la obra.
Que él ha puesto delante de cada uno de nosotros. …